Sacristía

La sacristía se edificó a fines del siglo XV o principios del XVI. Tuvo una remodelación en el siglo XIX. Consta de tres tramos en los que se disponen sendas ventanas ligeramente apuntadas y abocinadas. La crucería de sus bóvedas es de terceletes y los plementos están vistosamente pintados, al igual que las claves.

La sacristía es el lugar donde se guarda la ropa litúrgica, albas, casullas, estolas, cíngulos… Junto a la ropa también y como se muestra en la vitrina están los incensarios, utilizados para purificar y perfumar; la naveta, recipiente donde se contiene el incienso; un acetre con su hisopo que se utiliza para las aspersiones litúrgicas; bandejitas; vinajeras donde se deposita el agua y vino; Cálices y Copones. El Cáliz es el vaso sagrado donde el vino y el agua se transforman en la Sangre real de Cristo; el Copón, que es el que tiene una tapa, es el lugar donde se custodian las sagradas formas convertidas en el Cuerpo de Cristo.

Tanto en algunos de los armarios como en las vitrinas instaladas sobre la cajonera se exponen piezas de orfebrería y ornamentos (vestiduras) que ilustran sobre la vida y actividad del templo. Las obras más antiguas son unas crismeras de hacia 1530, pero son más abundantes las de época barroca, como el relicario del Lignum Crucis, la magnífica custodia con la que se procesiona el día del Corpus Christi, o el notable conjunto de cálices.

En las peanas adosadas a los muros se pueden observar a los Santos Padres de la Iglesia: San Agustín, San Ambrosio, San Jerónimo y San Gregorio Magno. De madera tallada y policromada, formaban parte del retablo renacentista que los Beaugrant realizaron para presidir el presbiterio del templo.

Resalta el Cristo en la Cruz, una talla de comienzos del siglo XVI, un óleo típicamente barroco del siglo XVIII con la imagen de la Inmaculada y otra pintura barroca que recoge la escena de la Asunción de la Virgen.